Un buen amigo, de los pocos que tiene ese chico del que hablo, le dijo una posible verdad, una esperanza a la que se aferra más que nunca: “no encontrarás a la chica perfecta, sino a la chica perfecta para ti”. No obstante, ese chico sabe tras muchos palos que no debe buscarla, simplemente dejar que aparezca cuando llegue el momento elegido por el azar de la vida. Los pensamientos no le dicen nada bueno, no le prevén el éxito… siguen torturándolo. Ha llegado el momento de que tape sus oídos, cierre sus ojos y escuche a su corazón: “sé tú mismo, haz lo correcto. Siembra, cuida tus actos. Tal vez alguna tormenta dañen algunos frutos, pero sigue sembrando. Algún día podrás recoger tus frutos, mirar al pasado y sonreír a los pensamientos que habrás echado de tu mente”. Como dijo otras veces, “no puede buscarlo, simplemente seguir levantándose por las mañanas y esperar”.
En todo este sin sentido el chico se ha terminado dando cuenta de que está en el suelo, levantándose. Ha conseguido expulsar gran parte de unos sentimientos negativos con mi ayuda. Él sabe que no sólo sirvo para secar lágrimas: también puedo ayudarte a desnudarte espiritualmente, substraerte la espina que daña tu alma y liberarte. Él ha aprendido a desahogarse conmigo, y puedes hacerlo. Soy el único que no te va a interrumpir cuando hables.
Si las lágrimas son la tinta perfecta, yo, el papel, soy el más adecuado para limpiar tu alma, iluminar tu mente y reanimar tu corazón. Puedo guiarte a la libertad.
