El poder de las palabras.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras.
Sin embargo, pienso que una sola palabra vale más que mil imágenes, porque las palabras te invitan a imaginar...
...y es más bonito jugar con la imaginación que ver directamente una imagen.


jueves, 2 de diciembre de 2010

Un espacio para dos, un espacio por y para la IGUALDAD.

Al leer un periódico, al escuchar la radio, al oír a la gente rumoreando por las calles, al ver la televisión durante un almuerzo familiar, al navegar por internet, al visitar a tu abuela y abuelo o al ver salir a niños y niñas de un centro educativo podemos identificar sin dificultad y, sin ser necesario pensarlo, que nuestra sociedad es como un pájaro en el que el hombre es un ala y la mujer otra, y hasta que ambas no estén posicionadas en igualdad nuestra sociedad no podrá despegar ni volar hacia un mundo mejor: no progresará. La convivencia no puede verse favorecida en un escenario donde haya alguno o alguna que domine y otro u otra en inferioridad. Varios principios fundamentales se corean al tiempo que se respira democracia: igualdad, libertad, tolerancia, convivencia, solidaridad… ¿Estamos en una sociedad democrática? ¿Existe realmente alguna sociedad democrática al cien por cien para todos y todas?



Es algo que siempre está ahí. Sólo hay que pararse un segundo y meditar. El mundo de los seres humanos no es el mundo de los hombres, sino el mundo de los hombres y de las mujeres. Las únicas diferencias existentes entre ambos son de carácter biológicas, las cuales no impiden que los hombres realicen tareas consideradas “femeninas” ni que las mujeres realicen tareas consideradas “masculinas”. Las diferencias peligrosas son las que ha creado la sociedad, el mundo de los hombres, la historia del machismo, nuestra sociedad patriarcal. Por lo tanto, el sexo de una persona no debe ser motivo de exclusión o rechazo de determinadas funciones de nuestra sociedad, es decir, biológicamente somos diferentes pero como seres humanos somos iguales. Con ello, hay que afirmar que el género es una etiqueta que la sociedad ha colocado y la causa de las desigualdades entre los hombres y las mujeres. Y todo esto va más allá: la violencia de género se cobra centenares de víctimas mortales en España y millares en todo el mundo (por no decir millones). Además, tan culpables son los agresores como las mujeres que no lo denuncian, tan culpables son la educación recibida como el silencio o la ignorancia consciente de los que no la sufren.



Se debe transformar la sociedad para mejorar, modificar la concepción social del término género por una percepción más igualitaria. Así sí podríamos reconocer con sinceridad que vivimos en una democracia. Esa transformación puede lograrse de varias maneras: eliminando anuncios y publicidad sexistas, concienciando a personas con mentalidad conservadora, etc. Sin embargo, es en educación donde se debe trabajar este tema, fundamentalmente. La educación puede transformar la realidad, eliminar desigualdades y concienciar.



Algunos o algunas ven imposible lograr lo que propongo y proponen otras personas. A pesar de ello, propongo que esas personas abran su mente, pues pienso que lo imposible sólo existe en la mente de los incapaces…

…y siempre diré que PODEMOS.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El calor de la amistad.

El frío me castigaba mientras dibujaba mi nombre en el cristal del autobús. Mi nombre solitario descubría detrás suya que había llegado a mi destino. Me bajé y la niebla cubría mi alrededor. Figuras fantasmales y estrellas que nacían en el horizonte se dejaban notar a cada paso que daba. Crucé la acera, miré al cielo y capté al fin el reloj del torreón de derecho: ya eran las ocho.

Mi cuerpo comenzaba a entrar en calor cuanto más próximo estaba de mi facultad. Y es que cuando un alma solitaria, que vaga por el frío invernal, siente la energía que necesita para continuar, empuja con fuerza y furia a un cuerpo dormido por la helada, y lo calienta para que pueda continuar.

Entonces lo comprendí: el espíritu me abandonó adelantándose a mis pasos, ya se encontraba entre las paredes de la facultad. Lo que realmente calentaba mi cuerpo, era el calor de la amistad. Estaba deseando reencontrarme con ese grupo de universitarios e universitarias que, prácticamente, se habían convertido en amigos/as.